Yo
iba camino al cine cuando lo vi en el centro de una vitrina, con la luz del
reflector apuntándole directamente. Era una aparición de irresistible encanto. Frené en seco,
me acerqué al vidrio y supe que ese era EL BOLSO.
Entré
a la tienda con paso firme hasta al estante a mano izquierda, la dependiente me
miró con sospecha antes de preguntarme “¿En qué puedo ayudarla?” algo balbuceé
pero ya no recuerdo.
Yo agarré el bolso con las dos manos y lo sostuve frente a
mis ojos por un rato que a ella debió parecerle eterno. Abrí y cerré el zipper,
me lo colgué del brazo derecho y simulé caminar frente al espejo, lo analicé centímetro a centímetro y en
cuestión de dos minutos ya me había decidido. “Empáquemelo ya y cóbreme, antes
de que me arrepienta” con una sonrisota le dije a la dependiente que sólo
parpadeaba, mientras yo metía mi mano hasta el fondo del bolso, removiendo el
papel periódico de relleno.
Ella sonrió, caminamos hasta la caja y fue ahí donde
me dijo “¿Está compulsiva, verdad?” Grave error.
Estimada
dependiente, déjeme explicarle que usted puede decirle a una cliente todo lo
que se le ocurra, por ejemplo que se ve gorda con eso que escogió, que la
tarjeta le sale denegada, que la
minifalda strecht viene en talla única o que cierran la
tienda en dos minutos… Nada de eso va a hacer que su cliente-a dude sobre la necesidad real que tiene
de llevarse ese objeto de, muchas veces, deseo fugaz. Pero decirle com-pul-si-va a una mujer a punto de pagar un bolso,es de lo más tarado que puede hacer.
En
ese momento pensé que tenía dos opciones: la primera era darme por aludida, cederle
esa partida a la sensatez y salir
de la tienda con las manos vacías, en nombre de la madurez y el ahorro.
La
segunda opción fue más emocionante porque requería de mucho valor y mi cara de
póker, entonces muy digna le dije a la dependiente “Voy a pagarle en
efectivo, gracias.”
Y así fue como salí de la tienda con la frente en alto.
Cada
vez que me lo ven puesto y me lo piropean, me entran ganas de gritar ¡Esto NO es sólo un bolso! Es un símbolo de solidaridad con todas esas mujeres que compramos por
amor a primera vista, las que le hablamos a las páginas de las revistas, las
que saludamos a un par de zapatos desde la vitrina, mientras esperamos que
llegue la próxima quincena!!
Está bien, no. No soy tan cursi. Pero sí me chocó muchísimo la palabra com- pul-
si- va y si no hubiera sido
por mi locura con el coral, a esa mujer se le hubiera caído la venta.
¿O no?
Mientras ustedes reflexionan, mi bolso y yo nos vamos para la playa.
Espero que tengan un fin de semana súper divertido!
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